La poética de Kitano

   «Hay un vacío en el que podemos penetrar y que podemos llenar en la plena medida de nuestra emoción estética.” – Kakuzo, Okakura, El libro del té, pp. 12-13 

Es innegable que Kitano es un dominador nato de la violencia, ha sido su firma desde su primigenia Violent Cop hasta la última entrega de su gran trilogía Outrage. Aun así, en esa larga trayectoria de casi treinta años, el nipón ha sido capaz de envolver la cruda violencia de sus películas con sutiles trazos de poesía, dotando a sus obras de un mayor interés.

Otras veces, en filmes como Dolls se separa totalmente de la violencia que estamos acostumbrados a ver en el Kitano más visceral, son obras en las que Takeshi se quita el abrigo de mafioso y agarra la pluma de poeta.

En su obra más poética y menos formal, Kitano decide alejarse del mundo Yakuza, acercándose a temas como “el amor eterno” o “las fuerzas del destino” en esta cinta que recoge tres historias entrelazadas. Las tres dejan grabado un mensaje claro y conciso: el sacrificio como consecuencia del amor, y mantienen una historia similar en su base: personas que quieren recuperar un amor pasado y un resultado en forma de muerte. 

A su vez, al tratar estas cuestiones la película oscila por otras como la muerte, el pasado, la soledad o el abandono. El nacimiento de esta obra se debe al pensamiento que tenía Kitano en ese momento sobre los seres humanos en relación al amor: él pensaba que las personas habíamos perdido “el sentido del amor” y consideraba que estaba desapareciendo la conexión entre los humanos. Como previamente se ha dicho, es su obra más poética, y lo es porque Kitano realiza una obra en la que despliega de forma visual una serie de elementos que provienen de la poesía tradicional japonesa, los haikus. 

El principal y más notable es el uso de las estaciones del año, el kigo. Hay una serie de elementos y símbolos en su imaginario tradicional que representan las estaciones y que en la película se presentan claramente: La luna como símbolo del otoño, las brisas como la primavera, las mariposas el verano… Kitano a su vez recupera de la poesía el antropomorfismo, como en aquella escena en la que se nos muestra un pez con un kimono, que posiblemente esté inspirada en la poesía de Basho que dice algo así: “La primera lluvia está cayendo, el mono anhela un chubasquero”. 

Como podemos ver, la naturaleza juega un papel importante tanto en el haiku como en esta obra, y es que Kitano decidió suprimir los diálogos para dejar que la naturaleza se expresara por sí misma. Esta es otra de las características que la hacen poética, ya que con esto rompe los esquemas clásicos de tiempo y de la narrativa. Como ocurre con los poemas, no sirve que te los cuenten, tienes que leerlo por ti mismo. 

En relación a la temporalidad de la obra, Kitano utiliza de manera magistral la elipsis, realizando una elipsis metafórica en la que se nos presenta el inicio de la acción y mediante una elipsis con una escena puramente simbólica, el espectador acontece lo que ha ocurrido, ayudándose eso sí con metáforas: No enseña como un personaje muere, muestra a un hombre siguiendo a otro con una pistola y salta a una escena de una hoja de arce del rojo más puro cayendo del árbol. 

Con este tipo de decisiones, Kitano demuestra un gran cambio respecto a su anterior filmografía, en la que no le importaba enseñarte cómo le arrancan un dedo a algún miembro de la Yakuza o incluso su propia violenta muerte.

Tragedia

La temática de esta película es el amor, como ya hemos dicho antes, pero es una concepción del amor de manera trágica, y es que el hecho de que exista la concepción del “alma gemela” que tienen como destino unirse a otra, no significa que en todos los casos acaba de esta forma. 

De hecho, no es tanto una mirada personal de Kitano (que también), sino, que en la cultura japonesa y sobre todo en su literatura tradicional, pocas veces encontraremos, como es más notable en occidente, el clásico final con un “vivieron felices para siempre”. Ya en la escena inicial podemos adelantar su temática, estos dos personajes atados mediante un hilo rojo, inspirado una vez más en la cultura tradicional, donde existe una leyenda que explica que todo el mundo tiene un alma gemela unida a él por un hilo rojo, y están predestinados a encontrarse. 

El tema que años más tarde retomó Makoto Shinkai para la película animada Your Name. Esta concepción del amor, en Dolls, se presenta a su vez con el paisaje, el cual durante la obra es cambiante. Así Kitano ya nos anticipa que el amor se agota, que es efímero, que no durará para siempre. Lo bello se nos presenta al espectador en escenas, que inevitablemente se van a terminar, que van a cambiar a otras, al igual que las estaciones del año. Aún así, no deja un mensaje triste ni derrotista, simplemente es un mensaje de que el tiempo, aunque se vaya a acabar, no deberíamos negarnos su disfrute, ya que como es habitual en la cultura zen y en muchas religiones asiáticas, lo bello tan solo dura un instante.Kitano, para finalizar la historia principal, toma la elección del suicidio de los amantes, ambos atados por un mismo hilo rojo, posiblemente sea el símbolo de la consumición de el propio amor.
Anteriormente ya habíamos visto a Kitano tratar el amor o la estima en otras películas, pero sin duda alguna, en Dolls es donde lo hace de la manera más poética, con más sensibilidad, pero sin dejar de lado la crudeza o la crítica

El vacío

“En el arte, la importancia del vacío se demuestra en el valor de la sugerencia. Al dejar algo sin decir, se da al observador la posibilidad de completar la idea y, así, una gran obra maestra cautiva nuestra atención hasta que nos parece que realmente somos parte de ella. El efecto, o concepto, de “el vacío” es completamente japonés y se desarrolla dentro de la cultura zen de Asia y el Budismo. Kitano no ha sido el primero en retratar estos conceptos en el arte cinematográfico, Ozu ya en los años 40 estaba comenzando a pulir su, inigualable, estilo proveniente completamente del Zen. En gran medida busca lo contrario que un clímax clásico en occidente, no busca el terremoto de acciones y emociones que explota en tu cara sin dejarte ni un segundo para pensar, ni busca la plena alienación al espectador a la hora de ver una obra.  Kitano, en el rodaje, pedía expresamente a los actores que no actuasen, que se alejaran al máximo de la expresividad, los movimientos enérgicos, que controlaran sus instintos. Kitano buscaba que sus personajes actuasen como marionetas del Bunraku, marionetas movidas por hilos, pero que en este caso serían movidas por el destino. 

Esto se puede ver perfectamente en la escena casi final, en la que Sawako camina por la nieve. Ella prácticamente parece una muñeca, tanto físicamente como mental. El director anula los diálogos e incluso el gesto para mandar un mensaje al espectador, el cual tiene que formar parte de la obra interpretando estos “vacíos”, dándole un sentido a los elementos que existen en la obra y sobre todo a los que no. Esta forma de involucrar al consumidor de una obra es otra de las claves por las que se le puede catalogar de artista, su obra es inmortal, no deja ningún cabo totalmente amarrado, está abierta a cualquier interpretación por parte del espectador. Aunque parezca lo contrario, no catalogaría esta obra como “pesada” o “densa”, ya que gracias a esta cultura “del vacío”, logra reducir los elementos hasta que solamente queda lo esencial, nada falta, nada sobra.

 

Ruben Balaguer

 


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